Velas rojas por amor: Amor hacia nuestros padres, nuestros
hermanos, nuestros amigos, y ésas almas que aún no hemos conocido.
Un
pino lleno de coloridas luces: Luces que nos recuerden que no estamos solos,
porque somos amados desde muy lejos y más allá.
Muérdago fresco: Para dar
y recibir ternura, no sólo ahora sino por siempre.
Galletas de jengibre,
nueces, caramelos y trocitos de chocolate. Para recordar que está bien ser
infantil, para probar una vez más aquellos días cuando podíamos ser sorprendidos
por nuevos juguetes, magia, milagros y copos de nieve.
Una plegaria
honesta en nuestros labios. Una plegaria que salga de lo más profundo de
nuestros corazones, palabras para agradecer el regalo más grande que hemos
recibido, sí ¡sin duda es la vida!
Viejas canciones navideñas dando
vuelta en nuestra mente. Canciones que despierten aquellas memorias de ayer,
canciones para soñar en los nuevos días, canciones para renovar nuestra
fe.
Clima cálido bailando a nuestro alrededor. Para respirar profundo,
para sentir el invierno y abrazar a los que amamos, sí, incluso viéndonos como
Rodolfo el reno con su grande y roja nariz, porque los besos y abrazos cálidos
son siempre bienvenidos, nunca son suficientes.
Una gran ventana y una
mente abierta: Para mantener nuestra inocencia por un año más, para que podamos
levantar la mirada al cielo y pedirle a una estrella fugaz que nos de otra
oportunidad para volver a creer. Para pedirle a cada estrella que podamos
disfrutar otra Navidad.
Una esponjosa almohada y una manta abrigadora:
Para dormir profundamente y no darnos cuenta cuando es que Santa se desliza a
dejar nuestros regalos. Pero un buen oído para despertar tan pronto como
escuchemos su melódico “¡ho ho ho!” y decirle adiós mientras lo vemos
atravesar el cielo.
Porque no hay otro tiempo como este, tan lleno de
milagros, dulzura y paz...
¡Es Navidad amigos! Vamos a jugar y desear,
vamos a disfrutar y soñar, vamos a esperar que todos tengamos una feliz
Navidad.
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En Navidad...
En
Navidad.