Tibio aún el lecho,
testigo de pasiones mutuas,
perduraba el aroma de su cuerpo
en la cálida habitación nuestra
los susurros permanecían
los jadeos retumbaban
las miradas se ocultaban
entre las sombras de la noche.
Aún resonaban los
pasos silentes,
el andar pausado
dirigiéndonos al balcón,
donde bajo nuestra luna llena
entrelazados nuestros cuerpos
bajo la atenta mirada
de fugaces estrellas
conocimos nuestros cuerpos
libres de vestidos.
Envueltos en la ternura
del amor primero
entregamos nuestra inocencia
sin tabúes ni recelos.
HCC/Feb 2016